sábado, 12 de marzo de 2011

LOS GATOS EN LA ERA MODERNA

Tras la gran masacre de gatos en la edad media, no fue sino hasta el siglo XV y el XVI, es decir, hasta el Renacimiento – cuando los movimientos humanistas empezaron a mirar hacia la era de esplendor griega y romana – que el gato doméstico fue revaluado por la Iglesia hasta tal punto que el Cardenal Richelieu dejó parte de su herencia a sus gatos. Condenaba a las brujas, pero no a los gatos.


El gato recuperó su lugar en el mundo y se convirtió en el adorno de los salones. La aristocracia se hacia retratar junto a ellos, y, cuando estos gatos morían, les construían tumbas con versos y sonetos. Sin embargo, en España, no fue sino hasta el siglo XVII, que no empezó a hablarse de él. Escritores como Francisco de Quevedo o fabulistas como Félix María de Samaniego, y pintores de la talla de Velázquez o Murillo, describen un animal elegante y singular, cuya astucia, falsa modestia y eficacia de cazador lo convierten en un animal tan temible como su primo el zorro. Con esto, pretenden erradicar la mala fama del gato y devolverle a la posición que realmente merecía.

Ya en el siglo XVIII, la posición del gato en la sociedad queda asentada de forma definitiva. La invasión de ratas pardas, recién llegadas de Europa, volvió a traer el fantasma de la peste, aunque ésta vez bubónica (la cual no acabaría hasta 1720, que se dio la última epidemia de peste bubónica en Marsella). En consecuencia, llegó también la rehabilitación del gato, y estos mamíferos volvieron a prestar sus servicios en almacenes, oficinas, granjas y barcos. Como curiosidad, algunas compañías de seguros exigían que los cargamentos estuvieran debidamente vigilados por todo un contingente felino en cada viaje; de lo contrario, se negaban a asegurar la carga.

A mediados del siglo XIX, el gato se estableció definitivamente en los hogares, y a finales del siglo XIX existe tal pasión por este animal, que comienzan a organizarse las primeras muestras y exposiciones sobre felinos, y se establecen los rasgos específicos de cada raza. También en este siglo, Louis Pasteur, vio en los gatos un primer ejemplo público de higiene, pues pasan acicalándose y lavándose una gran parte del día, con lo que los gatos consolidaron definitivamente su estatus en la sociedad.

Ya en el siglo XX y en el XXI, los gatos son, definitivamente, adoptados en las casas, granjas, etc, como cazadores de ratones y exterminadores de plagas. Y también como animales de compañía e, incluso, como un miembro más de la familia. Ahora, desde aquellos lejanos años de su hegemonía en Egipto, es cuando los gatos vuelven a vivir su edad dorada con los humanos, incluso en el cine bien sea con películas con actores de carne y hueso o de animación.

Así pues, actualmente los gatos son animales de compañía apreciados por muchas personas, que les cuidan y les quieren como si de un miembro más de la familia se tratase. Los veterinarios han visto aumentar sus pacientes felinos y en las tiendas cada vez hay más comida, juguetes, camitas, golosinas, perfumes y multitud de utensilios diferentes para estos pequeños mamíferos. Por otra parte, se ha comprobado que los gatos benefician nuestra salud, y en la actualidad se utilizan incluso para terapias. Se sabe que convivir con un gato tranquiliza a muchas personas, que el simple acto de poder acariciarle les relaja, al tiempo que se sienten acompañadas, y con la posibilidad de dar y recibir cariño. En el otro lado de la balanza, pesa la alergia que algunas personas tienen a los gatos, o más bien a la caspilla que sueltan. Pero, claro, nadie es perfecto.

Sin embargo, hay otros gatos: esos a los que nadie quiere, los que deambulan por las calles de cualquier ciudad buscando en las basuras algo que comer, los que mueren atropellados en las carreteras todos los días, los gatos maltratados... Hay quien opina que los gatos son incapaces de sentir tristeza, simplemente porque los animales no tienen emociones ni sentimientos. Todos los que piensan así, no han visto nunca los ojitos de un gato cuando está excitado y quiere jugar. O cuando está enfermo y triste y llora. Aún así, a pesar de que los animales tienen sentimientos y emociones, se les abandona por los motivos más dispares: cambios de domicilio, separación, embarazo... aunque la mayoría de veces sólo hay una razón: deshacerse de él. Estos gatos domésticos sobreviven muy mal fuera de su entorno, y algunos acaban dejándose morir simplemente de tristeza. Hay casos sangrantes, como el de los gatos que son abandonados en la vejez, que terminarán muriendo al cabo de poco tiempo de cualquier enfermedad o simplemente por negarse a comer.

En este mundo, donde todos los días se maltrata a mujeres, donde en algunos países, la vida no vale nada, donde aún está la pena de muerte, parece un poco absurdo hablar de los derechos de los animales, pero como nos dijo Juan Pablo II, los animales tienen un alma y “los hombres debemos amar y sentirnos solidarios con nuestros hermanos menores”, aunque me gustaría acabar con una cita de Jean Paul Richter, escritor alemán del siglo XIX, quien escribió: “¿Acaso porque el corazón late bajo una masa de pelo, de piel o de plumas no debe ser tenido en cuenta?”

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